martes, 24 de mayo de 2011

¡Me aburrooo!

La tan anunciada visita de Beatriz Sarlo a 678 fue un fiasco. El programa se recostó sobre su punto más flojo: la discusión en patios sin fondo: la nada. La Bety jugó de entrada el papel de la fea y mala de la película. Apenas se le pidió opinión tras el primer tape -que mostraba la crisis en España y su comparación con la criolla del 2001-, se atrincheró en ese papel. Habló mal de la edición, defendió la cobertura que los diarios locales hicieron de aquello, atizó al decir que la BBC cubre bien los hechos internacionales y esperó que le tirasen algún golpe. Ni el titular del AFSCA Gabriel Mariotto, ni el filósofo de Carta Abierta Ricardo Forster -que la sucedieron en el micrófono-, aludieron a sus dichos de manera directa aunque dejaron clara su postura comunicacional en cuanto a la manipulación de la información que como aquí y en cualquier parte del globo, ejercen los medios de comunicación ante esta, otra crisis.

Pero fueron Sandra Russo y Nora Veigas, las que comieron el queso y cruzaron y cuestionaron los dichos de la invitada. Incluso se le preguntó por Clarin y TN. Y hasta hubo un entredicho por cuestiones personales, con amagos de mostrar talonario de facturas para comparar cuánta cobraba una y otra.

No... no, eso no es pruralidad.

No es invitar a quien piensa distinto -por más absurda o infundada que parezca su verba-, e interferirla ante cada dicho. Mucho menos apuntarle como si fuese accionista del pool mediático más odiado. Cuando se sintió ante las cuerdas, la propia Sarlo se defendió así: "Eso preguntaselo a Magnetto".
Eso hace A Dos Sobres (bueno, ahora uno solo porque Alfano no muerde como el que se fue y queda más para Madcelo Boñeli). Eso hacen los periodistas de TN o el Cuartel 5 de Noticias con tipos que no son del gobierno pero parecen, como Braga Menéndez o Artemio López, por el lugar de entrevistado al que son sometidos.

Además, qué hacían 5 panelistas apuntándole a una, invitada. El juego de Sarlo fue tras un informe sobre el premio Martín Fierro que recibió Samuel Gelblung contestar otra cosa. Desviar la imagen del tipo que juega con la memoria como si fuera un chiche, y hablar de la restauración de la democracia en distintos países de la región, mezclarlo con Malvinas y recordar el voto de Luder en el 82' a favor de la autoamnistía militar ¡Error en contestarle a la chicana más básica del gorilismo que quiere meterte en la bolsa de la discusión dos o tres peronismos en uno!

Eso sucede –estoy casi seguro-, cuando hay ausencia de peronistas entre los panelistas de un programa que la juega de herramienta de difusión y discusión de ciertos temas (aunque esto, si es así, es más largo de discutir). Y lo bien que lo hace, hizo y hará. Pero déjenme escribir que no puede un periodista adelantar su legajo para intentar salvarlo -¿frente a quién si los seguidores del programa ya la beatificaron?-, antes que aprovechar la primera visita de un "disidente" en serio y bravo al programa que más ruido hizo en la tv pública.

El espíritu de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual -¿si los mercados tienen humor por qué carajo se ríen con sorna cuando uno dice que la nueva ley de medios tiene espíritu?-, es la igualdad de espacios y micrófono para todas las voces. Se escucha por allí con ignorancia, en reiteradas oportunidades y de boca de notables de la comunicación, que "por eso necesitamos que la ley de medios se ponga en marcha lo antes posible para que este tipo de cosas no sucedan más”. ¡Si la ley no está hecha para prohibir!

Sí es cierto que limita imágenes en las tardes hot de los canales abiertos. Sí estimula la programación local y acotadas cuotas de temáticas según cada región y señal. Sí parte el aire en tres y los reparte como nunca antes. Sí refuerza el papel de la autoridad de aplicación y la democratiza, aún más que en Brasil, Francia y Estados Unidos, países de los cuales sus regulaciones y leyes sirvieron como modelo e incluso se superaron.




La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no podrá impedir nunca que mientras en la televisión pública y canal 9 se de testimonio de la herida abierta que dejó la dictadura en la voz de los nietos recuperados, en otros canales el conductor más famoso grite culos y pasos de baile. Tampoco impedirá que la señora que anota las preguntas hasta para entrevistar a Maradona acabe luciendo homofóbica y discrimine hasta cuando muestra quiénes la vistieron hoy. Esta ley no está hecha para censurar ni para callar ni para prohibir. Está hecha para generar conciencia y masa crítica. “Esta ley no es de un gobierno”, reza la bella señora en cada discurso mientras sanciona y firma papelitos grises para que amemos otra vez la política como herramienta de cambio. Y se suman derechos y ella insiste en que “esto no es patrimonio de un gobierno o de un partido político, sino de todos los argentinos”.

Un programa de televisión que se jacta de abrir cabezas, de tenerla clara, de desafiar a quienes lo denostan y ningunean sin fundamento alguno a sentarse a su mesa y discutir, no ha debatido. Perdió la chance. Y los televidentes –y quienes deseamos ese cruce de ideas como cuando Aníbal Fernández, un bloggero y Orlando Barone hablaron profunda y profusamente sobre Jorge Luis Borges-, vacíos. Esta vez, fuimos espectadores de una pelea hueca, con palabras flacuchas, mendigas; y llevadas al terreno donde ellos –ese ellos que ha logrado reconocer tan bien 678-, jugando a su juego: el ego de inflar. Pero incluso eso no les duele tanto a quienes hacen 678.
Sino algo peor: además aburrió.

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