miércoles, 17 de octubre de 2012

Poesía para el día leal de hoy

Te recuerdo hoy entera poéticamente rabiosa junto al General
Descalzos los corazones
descamisados por años
proscriptos y profanados

Te recuerdo desaparecida como María Maggi viuda de Magistris
gritona pero refugiada en el balcón de los hombros del viejo
20 verdades
tantos desaparecidos
otros traiciomenemizados
avergonzados de

Te recuerdo irreverente
pispireta luchadora sonriente
de pieles o en patas
laburando laburando y laburando

por un país
...que ya no es un recuerdo
"el país que me habían soñado
que hay que construir"
negros sucios y desprolijos

Viva Perón Eva, sí, ¡Viva Perón Carajo!

miércoles, 22 de agosto de 2012

La noche encierra ansias de fuga y renunciamientos


La noche I
La multitud todavía mira hacia arriba
uno cada uno de ese pueblo reunido como nunca ante jamás
ni nunca más quizás
allí, en hermosa vigilia sobre la avenida más ancha de la historia
en la noche más larga de la historia 
cada uno de esos uno sostiene una vela con la tenue lucecita del tiempo eterno
que sí que no y que va a pensarlo
y un país ahí -quieto-
todavía hoy tieso
aún con la “plenipotencia espiritual” que dan las noches y los días sin ella
sin renunciar a nuestros puestos de lucha
sin esperar honores del tiempo
este...
nuevo fuerte tiempo que sopla












 

La noche II

Los sigilos que como pasos huyen
desencerrojarse uno y uno al otro y rajar
gatear mirando el piso y 1,2,3 ¡rajar!
como ciegos en el desierto dando tumbos
hasta el “salvoconducto”
¡pura épica de un tiempo de resistencia!
Trelew es un ejemplo de cómo conjugar luchas, celebra Hebe
toda esa historia no se encierra ni se ametralla ni se fusila
está en cada noche desértica del país que exporta su historia por sus aeropuertos
con las manos rendidas

aún con la resignación de saberse asesinados cuando se vayan las cámaras
pero con la tranquilidad de haberse rebelado
mostrándose vivos
ante el mundo
¡siempre!

106

106 es un bondi con un nombre de empresa simpático. CUSA: Colectiveros Unidos Sociedad Anónima. En estos días vimos bondis en fila olfateándose el culo y vimos gentes. Miles en un triatlón olímpico por llegar como sea adonde se lo esperaba más tarde. Mucha gente en los bondis, en la calle, en la superficie. Sin subtes por un cacho de política de medir los centímetros de poronga entre uno y otro, y
otro. Entre esa multitud mutilada en su tesoro mejor -tiempo y humor-, había un loco que iba a un lugar distinto. No iba ni a trabajar, ni a comprar, ni a estudiar, ni a pegar, ni a chorear, ni puteaba ni pataleaba ni se quejaba. No buscaba un taxi, ni un bondi, ni una bici ni un camello, ni helicóptero. El loco iba a buscar su verdadero nombre, y la encontró. Ya nadie le va a parar su historia. 106 abrazos a los nietos, esos como Francisco Madariaga Quintela, que te hacen sentir que su vida es tan normal como buscar un bondi que te lleve rápido a donde vas, en medio del caos de vivir sin...

domingo, 15 de julio de 2012

La jugada Riquelme


¿Qué sucedió en el vestuario del estadio Pacaembú para que el último máximo ídolo de Boca, el que solo suma más copas libertadores que el rival de siempre, diga basta? ¿Qué mueve a un presidente de mirada mafiosa, y a un entrenador con ínfulas de emperador, a conspirar así, incluso con la Copa Libertadores de por medio? ¿Puede una dirigencia y entrenador, “comprarse” un quilombo como el de Roncaglia, por el pago de un seguro, el mismo día en que el plantel debe partir a jugar la revancha por la final? Se lo pregunté a Antonio Rattin y Enrique Hrabina, uno y dos días antes de la revancha de la final, respectivamente. Es inconcebible, dijo uno. No lo puedo entender, el otro.
Es que es ingenuo pensar en que hubo falta de muñeca de parte de esta dirigencia de Boca en, además, no elegir ninguno de los árbitros de la final, ni “sacar” del Pacaembú a Corinthians, incluso teniendo en cuenta que la final de la Copa anterior entre Santos y Peñarol el estadio recibió las mismas quejas, el partido terminó a las piñas, el plantel visitante la pasó muy mal tras la coronación de Neymar y compañía, y la Confederación Sudamericano había comunicado ante la presión algo así como que “desde ahora todo partido por definición de un torneo continental a disputarse en Brasil, se jugará en un estadio estadual y no municipal”. Y Boca, nada. Y más: ¿quién hizo circular entre la prensa para su publicación una lista con jugadores prescindibles, que justamente –y el periodismo deportivo vocero se esmeró en destacar-, eran quiénes “armaban rancho con Román”, sus más allegados, los jugadores que más lo entienden en una cancha, sus compinches afuera.
¿Y todo para deshacerse de un referente?

El repudio del pueblo boquense, banderazos incluidos (histórico hecho por cierto, nunca antes en más de 15 puntos del país, una hinchada salió a la calle a pedir por la continuidad de un ídolo), se basa en uno de los fundamentos teóricos del peronismo: primero la patria, después el movimiento y por último los hombres. Cambiando las palabras Boca por patria, claro, el hincha no hace más que entender que el que más y primero pierde con toda esta movida es el club, los colores, y con eso no se jode. Ni con los ídolos, además, que escasean, y más cuando se trata de uno chapado a la antigua como Román; esos ídolos que soñaron desde chicos jugar en Boca, desde que la pisaba en La Carpita, desde que lo llamaban Cabezón en Argentinos Juniors, tenía el pelo largo y jugaba de cinco. Siempre soñó y nunca lo creyó hasta que pisó la Bombonera. Y cuando lo hizo, eso que siempre había sospechado, que sería como jugar en la villa y ese sería también su potrero, cuasi invulnerable como el del rioba, dijo que la Bombonera era “como el patio de mi casa”.

Además, Riquelme tiene la particularidad de sumar riquelmeanos, hinchas de otros equipos, tan o más tristes que algunos bosteros por el destrato que sufrió, por la jugada, por la encerrona, así, de injusta, llena de avaricia, sin los mismos códigos que los que signó Román con su equipo. Así, como el político que hace política “tirando muertos”, una dirigencia tira un ídolo a los leones. Pagarle así a un tipo que habla poco y nada afuera de la cancha, y dice mucho adentro. Un tipo que lo vienen a azuzar con River en la B y no contesta lo esperado. Un 10 que elogia al nuevo viejo nueve de River. Riquelme, el que le cedió la pelota a Palermo para que bata otro récord pero que no festejó con él porque sabía que iba dedicado a la barra. Román, el que no maneja el pase de ningún jugador, mucho menos un compañero. El Cabezón, que tiene las mimas dificultades para expresar lo que siente en público como a los 15 años, y que tiene que salir a enfrentar los micrófonos y ser, ¡otra vez, cada vez! tan claro: “Yo así, no puedo seguir”, dijo y nadie re preguntó “¿Así, cómo?”.

Noto que el periodismo, sobre todo el deportivo, intenta explicar todo cuanto sucedió desde otras perspectivas. Sin contar los epitetos sin fundamentos con los que Chiche Gelblung decidió opinar la mañana siguiente en su programa de radio al convocar la verborragia sin fundamentos de José Sanfilippo. Omitiendo el facilismo en que se cae al endilgarle al diez “y... se fue de todos los equipos donde jugó peleado o con los compañeros o con el entrenador”. Eso es una media verdad, y además, el análisis es vago y poco profundo si se quiere citar el conflicto que lo alejó del Villarreal del chileno Pellegrini. Mi pregunta para ese análisis es: ¿cómo no tolerar ciertas concesiones al jugador que llevó a un equipo de barrio a la semifinal de la Liga de Campeones de Europa? Sííí. A quien más se mima es a los distintos, que es más que “un simple profesional que debiera asumir las mismas exigencias que el resto”. Por eso es distinto, porque a veces llega con ganas de nada, pero en el partido lo da todo. Eso es un distinto. Pero nunca van a entenderlo. Los Gorilas de todo, los Insensibles de Siempre, los quéquerrádecir nunca entenderan esto, no de cómo tratar a un referente, ídolo y dueño de la pelota en un equipo, y no de cualquiera, sino de los grandes de Argentina. Un tipo que solo suma más copas Libertadores que River. Un tipo que se baja las medias, se esconde las canilleras en el pantalón y juega. Y a Boca no dejó a gamba nunca. Ni siquiera en Brasil (Copa ganada ante Palmeiras y Gremio), ni en Japón (el de la pisada con la pelota atada pegado a la línea de cal), los dos potreros del fubol mundial donde hay que jugar para ganar lo más importante. Nunca entenderán, por caso, por qué renunció a la selección la primera vez (Román dijo: “Desde que juego en la selección mi madre estuvo dos veces internada, prefiero no jugar más con esta camiseta y no que se me muera”).

Quiénes analizan la jugada política por la cual Riquelme no jugará nunca más en Boca, quitan del medio la operación. No destacan que Daniel Angelici era el tesorero cuando el último regreso de Riquelme, y hubo una pelea por el tiempo de duración del contrato. Y tras sellar el acuerdo en cuatro años, Angelici, que pretendía cerrar el vínculo por dos, renunció al cargo. Ahora, tras toda una larga historia de incompatibilidades, analizan la reunión entre los dirigentes y el representante de Román como “el último esfuerzo para retenerlo”. ¿Retener a quién se hizo todo por echar? Debieran escribir: la dirigencia de Boca se ve en la obligación, ante la presión del hincha –banderazos incluidos-, de reunirse aunque sea con el representante pese a que saben que no hay vueltas atrás. Porque conocen más que nadie a Riquelme. Porque hicieron todo para alejarlo. Incluso, enseguida de volver derrotados de Brasil y ante la banca vía twitter de Schiavi, se le renovó por seis meses el contrato al Flaco y se le compró (in)discretamente el silencio.

Uno se complace en opinar como los jugadores, se siente un poco más a salvo de la gilada que nunca pisó un vestuario ni amateur, ni contempla ubicarse en el lugar del otro al opinar, hablar, difamar. En distintos medios, los ex jugadores del club Raúl Cascini, Marcelo Delgado y Chicho Serna coincidieron en que: 1) Riquelme no puede irse de esta manera del club 2) el papel de los dirigentes fue “flojo”, e “irresponsable” 3) y que nadie habla de las “las cosas feas” que pasaron en el vestuario de Boca. Y entonces, otra vez, como el comienzo de esta nota ¿qué sucedió en el vestuario del Pacaembú, o en la Bombonera, para que JR Riquelme decidiera así, sin más, dejar de jugar en el club que es como el patio de su casa?

Alguna vez, cuando alguien escriba la historia del pibe de la villa tímido, que jugaba de cinco y lo llamaron a la selección juvenil, se cortó el pelo y se trajo un mundial. Le volvió a crecer un poco el pelo y pasó a Boca, y empezó a ganar campeonatos y copas. Se fue a Barcelona y no quiso cambiar su manera, lo cedieron a un equipo de barrio al que llevó a la semifinal del torneo de clubes más importante del planeta. Tuvo el pase a la final en sus pies en un penal a diez minutos del final, se lo atajaron, y lloró mientras lo aplaudían. Se puso la camiseta de la selección en mayores y estuvo a diez minutos de una semifinal del mundo, pero nos empataron justo cuando lo sacaron a él y sus compañeros se distrajeron en un lateral y él ya no estaba en cancha ni para el alargue ni para la definición por penales. Entonces volvió a Boca y ganó otra vez campeonato y copas. Alguien alguna deberá escribir toda esta historia del pibe que casi no hablaba fuera de la cancha y en cambio gritaba y cantaba adentro, pero no con la boca. Esa vez, esperaré la página que se dedique al capítulo que cuente qué carajo pasó en el vestuario del Pacaembú, a principios de julio de 2012 para que Román no quiera seguir y dejarle su camiseta al técnico con ínfulas de emperador, y el patio de su casa al presidente con mirada de mafioso.


PD: este escriba siente lástima por el pocacalle que tilda a Juan Román Riquelme de pecho frío

domingo, 12 de febrero de 2012

De Floresta a Villa Fiorito

De Floresta a Villa Fiorito, arriba del micro de una murga porteña. Cachenge y Sudor. Roja la cara, amarillo el corazón, verde los pulmones, de arpillera la levita. Sus personajes no tienen filtro. Son más murgueros -¡todavía más!- en el fondo del colectivo. Acaban de poner patas arriba el corso de Floresta. Y no cualquiera: el tablado del Olimpo, ex centro clandestino de exterminio, transpiró con ellos el desfile, el saludo, la crítica, su juego “Elige tu propio locura”, su glosa de los 500 años, su retirada rabiosa.

Y recién subidos al micro, transpirados por la agitación, no cesan. Gritan desaforados, jeden, beben sin miramientos de botellas y termos. No preguntan qué hay. Ni cuánto hasta que se acaba y los cánticos piden más. Su apetito es insaciable, pero más aún es de murga.


Vamos camino a Villa Fiorito. Un corso conocido por ellos. Le susurran al cronista: “Ya vas a ver cómo se pone de salado ahí”. Entonces, llegamos –porque este escriba se pondrá pilcha prestada, una levita, una remera roja y a la pista-, y los murgueros hacen previa en la esquina misma del corso al llegar.

A una cuadra de donde termina el asfalto de Fiorito sur, espera el gimnasio de un club rebozante de niños, de grandes, de madres, de pibes que zigzaguean entre la muchedumbre de adentro y de afuera. Corren con espuma, hacen puerta apoyados en los autos, escabian, gritan, ríen, putean, chamuyan, ¡apuran el carnaval!


El Pelado se pinta la cara con un espejo en la mano, detrás del micro, a una cuadra del gimnasio rebozante de carnaval que los murgueros ya espiaron y por eso se agitan y agolpan. Y apuran la previa con un poco más de esto y aquello. Los que fuman, los que no, los que toman, los que no. El Pelado se acerca y me pinta. Es genial. Se hace un sector de pintura porque llega Uchi, y también la Gringa, pidiendo no sé qué. Quién es garabateado en su rostro sostiene el jarrito donde el artista de ocasión embebe el pincel. Somos un par con los mentones apoyados en un atril imaginario. No movemos la cara, solo los ojos y la boca. Cantábamos "larairas".


El cronista está listo pero más lista y al dente está la murga. La otra murga, la que la precedía terminó su show y se acerca por la calle. Hay abrazos y reencuentros. Botellas y besos, y una advertencia: “Adentro tiembla loco”.

Entonces, apurados por un adelantado de la organización, los percusionistas de Cachengue hacen punta y se van metiendo en el gimnasio rebasado de carnaval. Reagrupando otra vez a cada lado del rectángulo techado, a los costados de un escenario de dos metros de altura, las caras del barrio que nos verán pasar, bailar, delirar.


Retumba, adentro retumba todo. Las murgueras –siempre ellas-, desfilan adelante con las mascotas, los más pequeños. Tiran pasos, la coreografía que idearon para este año. El estandarte y la bandera roja, amarilla y verde adelante. Detrás de las pibas, los hombres que ensayan pasos leves, invitan con la cara y los gestos a cerrar filas con la murga. Y el gimnasio tiembla cuando la percu desata la clave, son como metrallas ¡puru pu-pum! ¡puru pu-pum!


Así de resonante, como un llamado murguero a zarpar hacia algún lado. ¡Activan! Es como si con el movimiento se quitasen de los hombros, la cuerda que los maniataba. Los dedos de los pies bancan la parada de ese cuerpo que se ondula y flamea colores. Las piernas bambolean el esqueleto del ekeko al que le cuelgan sonrisas de todos los barrios donde patearon noches, lucecitas de colores, tinglados. Como esta noche aquí dentro, bajo el techo del gimnasio del barrio.


Baila la murga así. Evangelizando el carnaval. Llevando la plegaria flaca de la gorda alegría. La del carnaval.

El Pelado que me pintaba ahora está en el escenario. Junto a las pibas y dos locos más, ¿o son tres? Se permite darse la propia bienvenida "al barrio donde nació y creció Diego... Diego Armando Maradona". Y los murgueros aplauden tanto o más que la gente. Los murgueros de arriba gritan vivas, los de abajo aplauden tanto o más que la gente.


El cronista no puede precisar quiénes habían tomado la voz cantante porque deambulaba por ahí abajo con los demás murgueros. Y el sonido del micrófono no era claro, o los pibes hablaban rápido. Era de esos sonidos de los que entendes dos de las últimas cuatro palabras que dijo el que habla hace... un segundo. Agarras al vuelo tres de esas palabras y las queres acomodar, y como la última palabra que escuchaste la ubicas primera, marchaste. Pero aunque no armas la frase, algo le sacas, con suerte.


Y sale la crítica. Es sobre el gobernador de la ciudad de Buenos Aires. El ritmo de la canción en con El Hijo de Cuca, de Pocho La Pantera. "La educación privada... Mauri se preocupa". Algunos del público la siguen, otros solo bailan y aplauden, otros miran ¡Nada más y nada menos! ¡Miran con ojos, ojazos, pequeños, miran! Hay murgueros pasan sin mirar a quién, y hay otros que se quedan frente a esos que solo miran. Se parapetan frente a ellos y juegan a intentar envolverle la mirada con la propia.


"Cuando te clava la vista y te canta un murguero, no le esquives la mirada... te quiere envolver"


Y es un juego muy divertido, que termina en mueca o en sonrisa, y ya está. Entonces el murguero se abre paso entre los otros a la caza de más ojos y sonrisas. Quienes de los murgueros aún no saben la letra -como este cronista, obviamente-, se escabullen por el medio. Hacen mímica discreta, entre los que bailan. Es fantástico ir hacia quiénes sí saben la letra y apoyarse en sus hombros, apenas sonriente. O correr en cámara lenta. Tomarse la cabeza y abrir la boca. O directamente, hacer algo así como un payaso. Para ello, en lo que intentó incursionar quiene esto escribe, lo ayudaron la iimpunidad de unos anteojos que le prestó El Barba.


Fiorito estalla, adentro y afuera del gimnasio. En el desfile, en la crítica, en la matanza, con niños colados ahí, donde el carnaval se da la jeta contra el piso de las baldosas de cualquier barrio. Cachengue suda su matanza, paso previo a la retirada. La pintura transpira por la cara empapada.


Afuera, una vez afuera, detrás de los destellos que dejó un rato de carnaval, los niños se acercan a dar besos, entre murgueros que se abrazan. Una madre pide “le regalen esos anteojos”. Se le regala, y promete conservarlos para toda la vida. Un pequeño a su lado pregunta “¿Cuándo vuelvan?”. Y antes de encontrar respuesta, pide: “Vuelvan”.