martes, 14 de octubre de 2008

Nuestros fuegos de Octubre


Bombas, ministerios rotos, banderas rojas, banderas negras. Y plazas llenas, siempre en octubre. De aquella unión soviética hasta el octubre nuestro, el popular, el peronista. Todos y ninguno como el de 1985, cuando estábamos todos en naufragar, rascando alfombras, atrapados en libertad, sin un estandarte... otra vez entre los buenos, que habían regresado y seguían rodando cine de terror.

Como tarda una panza en reventar, un octubre después parimos los redonditos, ese disquito, ese cassette negro y rojo que nos embarazaría de rock para siempre. En plena eyaculación mundial del fubol: ¡en octubre de 1986 Argentina se coronaba campeón del mundo! Desde los pies del enano mágico, un país latinoamericano conquistaba el mundo de la pelota otra vez, sus habitantes implotaban por las calles, emulaban el carnaval, la exultación del todo vale después de tanta represión y muerte... y en medio de esas noches: nuestros palacetes por un par de días.

¡Ahhh! Aquellos octubres de los ochenta fueron otros. Lejos de las revoluciones, en democradura, esa cita a ciegas de la historia, pan y circo otra vez ¡siempre! ¡Ahhh! pero con la musiquita en nuestro idioma, nos tomamos todas las pastillas con nuestra musiquita, nos tomamos toooda la década, la adolescencia,¡la vida!

Quedar bajo los efectos colaterales de la pendejada cruel de la democracia. Rasgando alfombras por una dosis más de eso, de aquello y de lo otro. Semen arriba. Mucha teta y culo por tv : divina invención fuhrer. El mercado de todo amor estaba ahí, todo ahí: las pilas, las pantallas, las músicas para pastillas, los fuegos, Dios jugando dados, todo todo allí más barato la siguiente navidad. Todo ese dato del futuro ahí, en ese disquito rojo y negro.

Y el motor -que es la psiquis-, escuchando voces: Ji Ji Ji. Esa risita dentro del bocho, burlándose. De nosotros los náufragos sin canciones, ya nadie iba a escuchar ni ver qué decía nuestra remera. Todo el tiempo que había costado armarla. Toda la sangre que corrió no sirvió para nada. Todo fue efímero, tic tac, ¡todo es efímero! los tipos como bombas pequeñitas, y los que se quedaron con lo que debían también.

Y otra vez (siempre) nosotros los pichones, ji ji ji, rockeando como todo llanto, esclavos sensibles y chillones... en medio de todo eso y del último secuestro : nuestro estado de ánimo ¡no!



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